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El wifi neuronal

Foto del escritor: Amadeu IsantaAmadeu Isanta

Lo acababan de enterrar y, sin perder tiempo, activó el wifi neuronal. Un chispazo atravesó la negrura, como una descarga de electricidad estática en un mundo acolchado.



—¡Hola! ¿Hay alguien disponible por aquí? —su voz resonó con el eco de quien grita en un vasto vacío.


—Sí, hola, ¿qué tal? ¿Acabas de llegar? —respondieron con un tono entre cordial y aburrido, como el recepcionista de un hotel que lleva demasiados turnos seguidos.


—Sí, sí, —dijo mientras intentaba aclimatarse—. Quise charlar con alguien antes de que me ataque la soledad.


—Perfecto. Propón un tema, pero piensa que, por mucho que hablemos, te sentirás igual de solo que cuando estabas afuera conectado todo el día con la montaña de amigos virtuales que tenías.


Él parpadeó, o lo que fuera el equivalente en ese limbo digital. La observación lo dejó sin palabras por un momento.


—Bueno, gracias por el recordatorio filosófico. Pero díganme, ¿quiénes son ustedes?


—Nosotros somos los “otros muertos”. Bienvenido a la red post mortem. Somos una especie de comunidad interdimensional alojada en esta nube cerebral colectiva. Algo así como un grupo de WhatsApp eterno, pero con menos memes y más existencialismo.


—Ah, entiendo... Creo. ¿Hay reglas aquí? ¿Normas de convivencia?


—Básicamente, sólo una: no te pongas más existencial de lo necesario. A veces, uno se obsesiona con preguntas como “¿qué es la nada?” o “¿hay un final después de este final?” y, francamente, no queremos lidiar con eso otra vez.


El nuevo ocupante de la red post mortem suspiró… o creyó hacerlo. Sentirse desconectado de su cuerpo era raro, pero más raro aún era la voz que interrumpió sus pensamientos.


—¿Quieres saber algo interesante? —preguntó una voz con un tono chispeante, como si masticara cables eléctricos.


—Claro, adelante.


—Tu cuerpo ahora es una antena de wifi para los vivos. Literalmente, los chicos de la esquina podrán usar tu señal para ver series.


—¿Perdón? ¿Me estás diciendo que mi tumba es un punto de acceso?


—Exacto. 5G, para ser exactos. ¡Felicidades! Eres más útil ahora que cuando estabas vivo.


—Genial... —murmuró, sintiendo una mezcla de ironía y resignación.


Otra voz se sumó a la conversación. Tenía un acento grave, como un locutor de radio nocturna.


—No los escuches. Hay cosas mucho más interesantes aquí que preocuparte por tu cuerpo. Por ejemplo, puedes explorar tus memorias como si fueran archivos de video. Rebobinar, adelantar, pausar. Yo pasé las últimas dos décadas reviviendo los mejores momentos de mi vida.


—Eso suena un poco narcisista.


—¡Narcisista, no! ¡Meticuloso! Hay mucho que aprender de uno mismo cuando tienes tiempo ilimitado.


Mientras discutían, una voz nueva irrumpió. Sonaba como un profesor de ciencias algo despistado.


—Perdón por la interrupción, pero ¿a alguien más le parece fascinante cómo esta red neuronal evolucionó para albergar conciencias? Es como si fuéramos parte de un experimento gigante.


—¿Experimento? —preguntó el recién llegado, alarmado.


—Por supuesto. Algunos dicen que somos sólo un backup, por si acaso la humanidad se extingue. Otros creen que somos el proyecto de un becario extraterrestre que olvidó cerrar su laptop.


Él se quedó en silencio, procesando lo que acababa de oír. Y entonces, la voz chispeante regresó con entusiasmo renovado.


—Olvida eso. La pregunta importante es: ¿has probado hackear a los vivos? Es divertidísimo. Yo ayer hice que un tipo pidiera cuatro pizzas sin saber cómo.


—¡Eso es ético! Bueno, no ético precisamente, pero suena divertido.


—¡Exacto! Puedo enseñarte. Todo lo que necesitas es un poco de concentración y... ¡zas! Te metes en su cerebro como si estuvieras navegando por su historial de Google.


La propuesta era tentadora, aunque también aterradora.


—¿No hay consecuencias? —preguntó con precaución.


—Bueno, podrías quedarte atrapado en su mente para siempre, pero eso sólo le pasa a los novatos. ¿Qué dices?


Antes de que pudiera decidir, una voz nueva, solemne y casi celestial, se unió al grupo.


—No deberías interferir con los vivos. Hay un equilibrio que debemos respetar.


—¡Oh, cállate, puritano! Nadie te ha preguntado.


—Lo digo por tu bien. Algunos de nosotros lo hemos intentado y... Bueno, digamos que no siempre termina bien.


La discusión se calentaba, y el recién llegado sintió que su "mente" también se expandía, como si el espacio de esta red infinita empezara a contagiarle una especie de fiebre de posibilidades.


—Espera, espera —interrumpió—. Todo esto es muy interesante, pero... ¿hay algo parecido a un manual de instrucciones?


Un silencio cómico siguió a su pregunta, y luego, la voz chispeante soltó una carcajada.


—¡Manual de instrucciones! No hay nada de eso aquí, amigo. Es como la vida: todo es ensayo y error.


—Genial… ¿Por dónde empiezo entonces?


—Sencillo. Elige: ¿quieres hackear a los vivos, revivir tus recuerdos o unirte a nuestras sesiones de karaoke etéreo los viernes por la noche?


La mención del karaoke lo desconcertó.


—¿Karaoke? ¿Cómo funciona eso sin cuerpo?


—Ah, amigo, cuando escuches a un coro de almas cantar “Bohemian Rhapsody”, entenderás que la música es universal.


Y así, entre risas, debates filosóficos y la promesa de actividades surrealistas, su nueva vida, o más bien su nueva existencia, comenzó. Mientras elegía su primer paso en este universo de posibilidades, pensó que tal vez la soledad no sería tan mala con tanta locura para mantenerlo ocupado.



Esta obra está bajo licencia CC BY-NC-ND 4.0. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/©


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